fans de la nieve

ENTREVISTA A: PATRICIO GHERLONE

"Los días de cerro
son mis días de oficina"

Me llamo Patricio Gherlone, tengo 27 años y soy de San Martín de los Andes. Esquío desde los tres, y desde entonces, cada invierno fue una excusa para estar en la montaña.

Empecé a formarme en el Club Lacar, donde corrí carreras de SL y GS hasta los 15 años. Después, me pasé al otro lado del esquí: el de enseñar.

Hoy soy instructor, entrenador alpino, juez de freeride y freestyle, y sigo esquiando más de 200 días al año.

MIS COMIENZOS

Mi primer recuerdo con la nieve es con mis viejos llevándome al cerro. Tenía tres años. Fue un juego, una aventura, y al toque ya estaba yendo al club en vacaciones y fines de semana. Nunca faltaba. Aunque lloviera, aunque dijeran que no valía la pena subir, yo discutía con mi mamá porque no podía faltar. Sentía que le fallaba al grupo si no iba. Así de fuerte era ese lazo.

La montaña fue mi escuela. San Martín de los Andes me formó como persona. La conexión con la naturaleza está en todo: en salir al lago, en subir a un mirador, en ir a esquiar después del colegio. No me aburro nunca de este estilo de vida, porque la montaña es infinita. Siempre hay un rincón nuevo por conocer.


La decisión de ser instructor llegó por necesidad. A los 16, seguir esquiando en el club se volvió difícil de costear, y la única forma de estar en la montaña era trabajando. Al principio fue por eso: para tener el pase, para poder esquiar. Pero con el tiempo entendí que disfrutaba enseñar. Que quería transmitir todo lo que me habían enseñado a mí. Hoy, los días de cerro son mis días de oficina. Y me encanta.

Pasé por muchas etapas como instructor. Arranqué con clases a chicos del pueblo. Al principio fue caótico. Me acuerdo que los primeros días estaba desesperado, no me hacían caso. Pero al final de esa semana me escribieron una carta de agradecimiento y fue un clic. Me di cuenta que podía hacer que alguien ame la montaña como yo.

“MI MAYOR DESEO ES NO PERDER NUNCA LA PASIÓN. SEGUIR APORTANDO A QUE MÁS CHICOS SE ACERQUEN AL DEPORTE CON RESPETO, CON CONCIENCIA, Y CON AMOR POR LA MONTAÑA. ”

También encontré mi lugar en el freeski. Me gusta esa visión integral del esquí: adaptarse a todas las condiciones. Si está duro, técnica en pista. Si hay paquete, vamos al polvo. Si está papa, al parque. Para mí, el buen esquiador es el que esquía todo tipo de nieve, y lo hace con seguridad y estilo.

Como entrenador, trato de transmitir respeto y compromiso. Respeto por el grupo, por los que trabajan en la montaña, por la montaña misma. Y compromiso con uno mismo: entrenar, cuidarse, saber cuándo es momento de juego y cuándo de concentración. Eso lo vi en el grupo del Club Lacar, cuando ganamos el Campeonato Patagónico. Fue un logro enorme, 25 años después. Pero lo mejor fue ver la emoción en las caras de los chicos. Para mí, eso es lo más importante.

Hice siete temporadas en Estados Unidos: una en Breckenridge y seis en Aspen. Llegué por recomendación de amigos y terminé viviendo algo que había soñado de chico. En mi primera temporada allá, fui a ver los X Games. Verlos en vivo fue tan emocionante que me desmayé mirando el Big Air. Literal. Y dos años después, estaba trabajando ahí.

Estoy cursando el Nivel 4 de AADIDESS, sigo dando clases, sigo yendo a competencias como juez y sigo esquiando cada día que puedo. Me considero un fanático del esquí. Y cada vez que estoy en la montaña, sé que estoy exactamente donde quiero estar.

ELEGIR LA MONTAÑA


Estar en la montaña me enseñó mucho sobre mí mismo. Aprendí a convivir con el miedo y a usarlo como una herramienta. Antes de una bajada expuesta o un salto difícil, el miedo aparece, pero lo uso como un factor de alerta. Me obliga a estar presente, concentrado, atento. Y una vez que tomé la decisión, confío en mí, en mis recursos y en la gente que tengo al lado. En entornos extremos, la confianza en el equipo y la calma son tan importantes como la técnica.

La conexión con la montaña también influyó en quién soy fuera de la nieve. Vivo más relajado, con menos ansiedad. Estoy acostumbrado a adaptarme, a que el plan puede cambiar según el clima, el viento o la calidad de la nieve. Creo que eso me volvió más tranquilo. Me lo dicen amigos, compañeros: que transmito calma. Y si hay algo que aprendés en la montaña, es que muy pocos problemas son realmente urgentes.


En 2024 me animé a competir en el circuito sudamericano de freeride. Fue un desafío grande: empujás tus propios límites todo el tiempo, y al mismo tiempo aprendés de atletas con muchísimo nivel. El clima entre riders es increíble, muy compañerismo. Eso ayuda un montón a bajar los nervios y ganar confianza. Conseguir podios fue una alegría enorme, pero lo más importante fue sentir que estaba creciendo, aprendiendo, midiéndome con los mejores.

Ser juez de freeride y freestyle fue algo que llegó casi sin buscarlo. Empecé ayudando en la organización de algunas carreras y con el tiempo surgió la oportunidad. Al principio me costaba la idea de ponerle un puntaje a alguien, porque sé todo el esfuerzo que hay detrás. Pero después entendí que también desde ese lugar se puede enseñar. Tomo muchas notas, trato de dar buenas devoluciones, y que cada rider se lleve algo que le sirva para seguir creciendo.

A la hora de juzgar, lo primero que miro es la seguridad. En deportes donde hay riesgos reales, eso es fundamental. Evalúo la línea, la fluidez, la dificultad de los saltos, el estilo, pero también trato de ponerme en el lugar del rider: imaginar la pendiente, las condiciones, la exposición. Cuando entendés lo que está viviendo el otro, podés juzgar con más criterio y empatía.


Sueño con esquiar en distintas partes del mundo: Europa, Japón, seguir conociendo. Pero más allá de los destinos, mi mayor deseo es no perder nunca la pasión. Seguir disfrutando cada día de esquí, seguir enseñando, seguir aportando a que más chicos y chicas se acerquen al deporte con respeto, con conciencia, y con amor por la montaña.

Si tuviera que dar un consejo a quienes sueñan con dedicarse al freeride o al esquí profesional, sería que no bajen los brazos. En Argentina no siempre es fácil, pero con disciplina y constancia se pueden lograr grandes cosas. A veces todo parece estancado, pero de golpe hacés un clic y avanzás de forma increíble. El esquí es eso: una sucesión de clics. Y cada uno te lleva un poco más lejos.

Al final del día, el esquí para mí es eso: vivir el momento. Esa sensación de estar completamente presente, enfocado solo en lo que está pasando bajo tus pies. Por eso, cada vez que estoy en la montaña, sé que no podría estar en un lugar mejor.

Hoy, cuando estoy en la montaña, me siento profundamente afortunado. Es como estar en Disney para mí: todo es diversión, naturaleza, amigos, y una desconexión total del mundo. Solo esquiando logro ese estado donde todo desaparece, y lo único que importa es lo que está pasando justo enfrente mío. Esa es la magia del esquí: te obliga a estar presente, a vivir el momento. Y por eso, cada vez que me calzo los esquíes, sé que estoy exactamente donde quiero estar.

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