ENTREVISTA A: MARTIN BACER
“Apenas unos 60
años en la nieve…”
Nací en julio del ´63 en Bariloche y este sigue siendo mi lugar en el mundo.
Para mi calzarme los esquíes es algo natural.
Como otras personas andan en auto o en bicicleta, yo puedo ir pensando en otra cosa mientras me deslizo de un lugar a otro.
El esquí es parte de mi vida. Casi que caminar y esquiar se dieron para mí al mismo tiempo.
Crecí con y en la montaña. Es como mi casa grande. No me imagino un día sin verla, sin bajarla, sin esquiarla. Viento, lluvia, sol, más o menos nieve… no hay días iguales acá arriba. Hay que aprender a convivir con ella y sobre todo… hay que respetarla.
De chicos no teníamos la ropa adecuada y nos mojábamos, los equipos eran como mínimo rústicos pero, apenas arrancaba la temporada no había forma de mantenerme lejos de la nieve.
MIS COMIENZOS
A los 3 años, en el patio de la casa de mis padres y con mi hermano mayor (tenía 6 años él pero ya iba al Club Andino), empecé a aprender a esquiar.
Por aquel entonces, año ´67, nevaba mucho, aún cerca del pueblo y podíamos armar nuestra pista en el fondo de casa.
Un año después, con 4, llegué al Catedral para mis primeras clases formales y como “yo ya no era principiante porque había aprendido a frenar y doblar en casa” jajaja! pude avanzar rápido. Con 12, estaba compitiéndo y lo hice hasta los 17.
Vengo de una familia sin recursos económicos suficientes como para bancarme una carrera deportiva así que a los 17 decidí hacer el curso de instructor y la verdad es que ese primer año no me gustó tanto. Después todo cambió. En el segundo año entendí que debía ser profesional, que debía ponerme a la altura de quien necesitaba que se le enseñe desde cero y darle los conocimientos y la confianza para que se divierta y siga aprendiendo.
Ya recibido y lleno de sueños, viajé a Italia donde trabajé durante 19 años en sus montañas.
Hoy sigo enseñando y lo más importante que busco transmitir es el amor por la montaña, por el deporte, la seguridad. Siempre digo que en cada clase aprenden 2, el alumno y también quien enseña. Los instructores somos los psicólogos de la montaña, somos embajadores del deporte y entonces si alguien viene dispuesto a calzarse los esquíes debemos asegurarnos de que al terminar, sin importar sexo, edad o condición física, esa persona se vaya contenta y habiendo aprendido.
Ser instructor es mi forma de vida. Llevo 38 años de profesión y 35 en la Asociación de Instructores. Tengo amigos de la infancia con los que comparto el trabajo, formé mi propia escuela, conocí otras montañas, viajé por el mundo con mis esquíes, me mantengo en forma, lo uso como terapia… en fin, creo que todo eso… el entorno… es lo que me mantiene enamorado de la montaña.
Crecí con y en la montaña. Es como mi casa grande. No me imagino un día sin verla, sin bajarla, sin esquiarla.
La montaña y su gente fueron cambiando con los años. Todo cambia. Cambian los equipos, cambia la forma de comunicarse, absolutamente todo cambió desde que yo empecé hasta ahora… lo que no se modifica es el amor por todo esto.
Para mi la gente de montaña es la que se levanta temprano para ir a esquiar… no el que llega después del mediodía. Salvo que tus obligaciones te lo impidan y entonces aproveches el ratito que podés para hacerte 4 o 5 bajaditas… a esa dedicación también se la respeta pero los que de verdad aman la montaña, a las 8:00/8:30 ya los ves ansiosos por subir.
El que está acá preparándose antes de que salga el sol y sin importar el clima se queda hasta lo último… a esos los considero realmente gente de montaña.